PALABRAS INICIALES
Muchos son quienes han realizado acciones heroicas o conseguido logros históricos y han tenido el debido reconocimiento, hay otros que han caído en la empresa y viven permanentemente en el recuerdo colectivo, pero están también aquellos que siendo genuinamente grandes y que por causas ajenas a sus logros o por azares del destino nunca han arribado al glorioso estrado que la historia depara a los vencedores de los cielos... este artículo es nuestro sincero y honesto esfuerzo por arrojar una luz certera sobre uno de aquellos olvidados del público reconocimiento y darle el lugar que bien merece en nuestra historia aeronáutica.
La primera vez que escuché la palabra “Pilotín”, fue en una de las tantas reuniones de camaradería que mi padre acostumbraba realizar en casa. En dichas festivas ocasiones, era usual que los contertulios contasen interesantes (y sabrosas) historias sobre sus respectivos pasados en diferentes unidades de la FACh.
Era más o menos 1967 y la anécdota versaba sobre un guaripola (hoy tambor mayor) que se había extraviado durante la previa a la celebración de un 21 de mayo por cuanto desconocía la ubicación de las calles de la capital de Chile y había encajonado la banda de guerra en un lugar adecuado, pero no el programado para dicha ocasión. La historia en su total no resultó una mera y jocosa anécdota como otras, sino que se fue matizando y conectando con otros sucesos, que al calor de una copa la memoria va rescatando desde un desconocido -y hasta glorioso- pasado aeronáutico.
Estos contemporáneos de ‘Pilotín’, que también gustaban jugar un “difícil” juego de mesa llamado brisca (aunque creo que ellos lo tomaban como un serio deporte), no eran simples oradores, sino que cada uno guardaba dentro de sí, los mejores y más hermosos años de sus vidas sirviendo a las alas militares. Incluso supe años después, que algunos habían servido bajo las ordenes de aquel singular personaje a quien llamaban 'Pilotín' y que con el tiempo pude comprobar que era mucho más que el guaripola de aquella anécdota.
Esta historia, guardada por largos años en el baúl de los recuerdos, la hemos traído al presente junto a nuestro amigo y colega Luís (sobrino de Pilotín Núñez), con la única finalidad de efectuar un reconocimiento, a todos aquellos aviadores que lejos de la patria, han dejado una honda huella en tierras extranjeras y que con ese profundo sentido del deber han contribuido a engrandecer otras naciones. (El Editor)
QUIEN ES PILOTIN
Pilotín es el cariñoso apodo puesto al cadete Luis Alberto Núñez Rojas por sus compañeros de la Escuela de Aviación en el año 1945. La razón del apelativo era que Núñez había cursado estudios en la Escuela de Pilotines Mercantes (más tarde Escuela de Oficiales de la Marina Mercante), especialidad que permitía gobernar y comandar eficientemente una embarcación de gran tonelaje. Nació en Valparaíso en 1925 y su casa estaba ubicada en la populosa Avenida Argentina; a la edad de un año queda huérfano de madre y con gran sacrificio su padre se esmera por brindarle una buena educación enviándolo al colegio seminario San Rafael.
Es durante sus años como alumno del citado colegio que al formar parte de la banda marcial y de guerra de dicho instituto, recibe instrucción de parte de un Mayor de Ejército para convertirse en guaripola o tambor mayor de la banda. Posteriormente y entusiasmado con la idea de tomar nuevos rumbos, decide ingresar a la Escuela de Pilotines, entidad dependiente de la Dirección General de la Armada de Chile. En 1941 egresa como Piloto mercante, cuando esta Escuela funcionaba al interior de la corbeta “General Baquedano” ya pronta a ser dada de baja y que se encontraba fondeada al costado del faro Duprat en Valparaíso.
Una vez embarcado en diversas naves y formando parte de la tripulación de mando en plena Segunda Guerra Mundial, recorrió numerosos países incluyendo varios viajes a EEUU arriesgando ciertamente ser atacado por submarinos del eje. Sin embargo, en 1944 decide dar un nuevo y radical giro a su vida y cambia el mar por el vasto cielo nacional. Postula a la Escuela de Aviación de la FACh, motivado quizás por los variados encuentros en ruta entre su barco y aviones de patrulla de todo tipo durante la guerra, después de todo él contaba solo con 19 años, tenía toda la vida por delante y una gran voluntad.
Alto, rubio y atlético no tuvo problema alguno al rendir los exámenes físicos y médicos de reglamento, tampoco fueron obstáculos las pruebas escritas pues su sólida formación en el prestigioso colegio religioso, sumado a los conocimientos de navegación, astronomía, trigonometría, etc. ya adquiridos en la mencionada Escuela de Pilotines, lo calificaron muy por sobre la media.
EN LA FUERZA AEREA DE CHILE (FACh)
Por su gran seguridad y confianza en las pruebas rendidas, no fue sorpresa la llegada del telegrama comunicándole la aceptación y la fecha de presentación en el mencionado instituto formador de oficiales de la FACh. En marzo de 1945 traspasó, junto a otros jóvenes con iguales aspiraciones la antigua entrada (que aun se conserva), para tres años más tarde salir por ella convertido en piloto militar. Fue durante sus años de cadete en la Escuela de Aviación, mientras se efectuaba un desfile, que se suscita la famosa anécdota en la cual el cadete Núñez, al desconocer la distribución de las calles de Santiago de Chile encajonó la banda de la escuela en un lugar que no era el originalmente previsto; esta anécdota ha trascendido incluso el paso de los años y aún en nuestros días es recordada por varios aviadores en retiro los cuales no pueden evitar dejar escapar una sincera y alegre sonrisa al recordar el peculiar episodio.
El 1 de Enero de 1948 se efectuó en El Bosque la respectiva ceremonia de graduación de su promoción, actividad que fue destacada por la prensa de la época. La referencia a esa ceremonia, se debe a que fue presidida por el Comandante en Jefe de la FACh General Aurelio Celedón P. y por el propio presidente Don Gabriel González V. en persona. El alférez Núñez recibió el premio especial “Capitán de Ejército señor Maximiliano Rossler Urzúa” por haber demostrado el más alto nivel de espíritu militar durante su permanencia en la Escuela de Aviación.
Del curso de “Pilotín” Núñez, un grupo de trece de sus compañeros se graduaron un año antes por el hecho de haber tenido mayor escolaridad y de ellos tres alcanzaron el generalato (Fornet, Matthei y Ruiz). De la promoción de Pilotín (5º graduación) que fueron veintiún aviadores, con el paso de los años uno llegaría a general (Martínez) y otros realizarían destacadas carreras en la FACh, teniendo también que lamentar la prematura partida de algunos compañeros (Neira, Martín, Mahuzier, López) los que engrosaron la lista de mártires de la FACh.
Por orden del Comando en Jefe, que había sido emitida el 31 de diciembre de 1947, Pilotín es destinado junto a sus compañeros de la rama del aire al Grupo de Aviación Nº 1 ubicado en Iquique (zona norte de Chile), que en ese tiempo funcionaba en la Base Aérea “Los Cóndores” en Alto Hospicio. Esta unidad estaba dotada en esa época solamente con ocho monomotores North American AT-6, más tarde aumentó ese número y se agregaron también aviones Vultee BT-13. Terminada la instrucción táctica de tiro y bombardeo en la nortina base, el 5 de enero de 1949 Núñez junto a sus compañeros es ascendido al grado de subteniente de armas rama del aire.
Tras unas breves vacaciones fue trasladado al Grupo de Bombardeo Pesado Nº 3 que funcionaba en la base aérea de Quintero, lugar costero de la zona central que en esos años albergaba bombarderos B-25J Mitchell, pero contaba asimismo con aparatos PBY-5/5A/OA-10A Catalina, OS2U-3 Kingfisher y N3N 'Yellow Peril' agrupados como una escuadrilla aeronaval dentro de la misma unidad. Se sabe que en esta base efectuó el curso aeronaval y posteriormente en bimotores Catalina realizó diversos vuelos a lo largo de todo el país, incluyendo algunos a Juan Fernández.
El verano de 1949 dos hidros Kingfisher efectuaron el relevo de la dotación antártica que permanecía en la base O’Higgins, operación de alto riesgo y que alcanzó notoriedad en la prensa nacional, pues la flotilla antártica no pudo realizar esta labor debido a las inclemencias climáticas. No cabe duda que estos notorios vuelos causaron una profunda inquietud en muchos oficiales, había consenso de que la tarea de unir el continente con esa lejana posesión chilena era un tema pendiente y era solo cosa de tiempo el realizarla.
A fines de mayo de 1949 el Alto Mando tomando en cuenta la vasta experiencia profesional y la intachable hoja de servicios de Núñez, insinuó su posible destinación a la Dirección de Aeronáutica, cargo de gran responsabilidad que finalmente fue confiado a otro oficial más antiguo. A principios de noviembre de 1949 fue designado instructor de vuelo del Club Aéreo de Illapel, esto sin perjuicio de sus funciones dentro del Grupo de Bombardeo Pesado Nº 3. Tras una esmerada labor profesional en ese club, fue posible que el 30 de junio de 1950 sus tres alumnos rindieran los exámenes ante el examinador de la Dirección de Aeronáutica, estos eran -de paso- también los primeros instruidos en este naciente club.
Interesantemente es posible hallar en la prensa de la época como se destaca tal hecho y como los tres alumnos aprobaron satisfactoriamente sus respectivos exámenes tanto teóricos como los de vuelo, demostrando gran capacidad profesional y ser un grupo sobresaliente en cuanto a condiciones de vuelo y conocimientos, por lo cual también su instructor fue felicitado por las autoridades. En la misma ceremonia se hizo la despedida al comprometido instructor Núñez, ya que por orden superior cesaba su importante función en Illapel.
A mediados de marzo de 1951 Núñez es destinado a la Escuela de Aviación “Capitán Ávalos”, instituto formador de oficiales de la FACh, donde se desempeñaría como instructor de vuelo. Para ese mes y época, el inventario de material aéreo de la Escuela era de 59 aeronaves que se desglosaban en:
- 23 Fairchild de instrucción primaria
- 23 Vultee de instrucción básica y
- 13 North American de instrucción avanzada
En esos años el plan de estudios contemplaba una duración de tres años, en los cuales los alumnos volaban un total de 250 horas de instrucción; 100 de primario, 70 de básico y 80 de avanzado. Dicha modalidad de enseñanza sufriría un drástico cambio en mayo de 1954, cuando se incorporaron los nuevos entrenadores Beechcraft B-45 “Mentor” (erróneamente llamados T-34).
Terminadas sus funciones en el plantel de instrucción capitalino, Núñez fue trasladado a la Base Aérea de Magallanes en la zona austral de Chile, específicamente al Grupo Nº 6 que operaba con siete T-6 desde Bahía Catalina ubicada en las cercanías de la ciudad de Punta Arenas. Dicha base (hoy inexistente y solo parte de nuestros más caros recuerdos), contaba con dos hangares más tres pistas de aterrizaje y aunque servía también de terminal para algunas aerolíneas comerciales, sus obstáculos artificiales la hacían ciertamente muy riesgosa para los vuelos.